Hace poco terminé de leer el libro de Salvaje de Cheryl
Strayed.. Gracias Lu Botello por este magnífico regalo.
Cheryl Strayed tenía 22 años cuando su madre falleció a
causa de un cáncer de pulmón. Destrozada y perdida, arrojó por la borda toda su
vida: se divorció, buscó cariño en brazos de cualquier desconocido, se
distanció de sus hermanos, se retiró a vivir sola en una cabaña y se enganchó a
la heroína. Su viaje comenzó el día que encontró una guía sobre el Sendero del
Macizo del Pacífico, una especie de camino de Santiago americano que discurre
desde la frontera entre México y California hasta poco más allá de la frontera
canadiense. Durante cien días recorrió parte de esa ruta a pie. El suyo fue un
camino a lo largo de más de cuatro mil kilómetros que surcan parte de la costa
oeste de EE UU, desde el desierto de Mojave hasta el puente de los Dioses del
río Columbia, que une Oregón y Washington, un viaje en el que la soledad le
ayudó a encontrarse a sí misma y a recuperar el control de su vida.
En lo particular, me encantaron muchas de las descripciones
que aparecen en el libro, porque con más de una de estas situaciones nos hemos
visto identificados.
¿Quién, que no se haya encontrado en largas caminatas por el
bosque y por senderos, no ha sentido esa hermosa alegría que significa pasar
después de una subida a una superficie plana o un declive, para pasar también,
en algunas ocasiones, de esa súbita y pequeña alegría, al tortuoso camino que
comienzan a ser, las bajadas, cuando ya los pies y las botas son más un
tormento que otra cosa?
¿Quién, no ha llegado en algún momento a una excursión con
alguna situación en la cabeza o en el corazón para resolver, pensando que
durante la caminata, o la acampada podrá uno meditar en esto, para encontrarse que,
durante este tiempo, ni siquiera se piensa en esta situación o problema, pero
de una manera mágica, el aislamiento del mundo, el permitir a la consciencia
concentrarse en otras cosas, como el dar un paso más o concentrarse en donde se
pondrá un pie, te ayuda a resolver tu situación, o a lograr la distancia
crítica que necesitas para resolverla?
¿Quién después de una excursión de un par de días o semanas,
no regresa a la “civilización” adorando cosas tan simples como poder bañarse,
poder lavarse los dientes o las manos de una manera confortable, poder beber
agua con solo abrir la llave, o tomarla de un garrafón, dormir en una cama
calientita y cómoda, o no tener que pensarla tanto para levantarse por la noche
al baño?
Pero de la misma manera que la caminata y las excursiones
nos permite valor todo lo que tenemos en nuestras casas, también nos permite
valorar todo lo que tenemos fuera de ellas, y lo poco que requerimos a veces
para sobrevivir. Nos permite valorar el
tener cosas básicas que nos ayudan a la sobrevivencia, como una navaja o unos
cerillos, una brújula o una lámpara, y nos permite maravillarnos con las cosas
que la naturaleza nos puede ofrecer y muchas veces nos las perdemos estando en
la ciudad o en el bullicio del día a día.
¿Cómo no pensar en esas melodías que no paran y no paran en
nuestra cabeza a veces cuando caminamos y caminamos, o nuestras ganas de llegar
a algún lugar a comer algo que se nos está antojando y con lo cual venimos en
el pensamiento kilómetros y kilómetros? (Sí, como las quesadillas en las que
pensamos cuando venimos bajando del Iztaccíhuatl)
Verdaderamente, me encantó el libro, y me sembró la
inquietud de … ¿Por qué no hacer algún día este recorrido?, quizá algo que ya
venía pensando y se concrete más rápido sea realizar el Camino de Santiago en
alguna de sus diferentes modalidades, pero por lo pronto, en lo que cualquiera
de estas cosas pasan, se vale soñar, ponerse shorts, salir a caminar y pensar
por un momento, que vamos por el Sendero del Macizo del Pacífico y que en nuestro
corazón también está ese lado salvaje que encontró Cheryl Strayed en el suyo.
Ahhh que bonita historia :)
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